COP29: alerta del sistema tras la decepción sin sorpresa 

noviembre 24, 2024

La COP29, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, acabó en Bakú (Azerbaiyán) el domingo a las 5 y media de la madrugada, con 35 horas de retraso. 

Lo más importante que los países tenían que acordar en la conferencia era un nuevo objetivo para la ayuda financiera que los estados desarrollados tienen que dar a los países en vía de desarrollo, para que hagan frente al cambio climático. 

Después de mucho drama de última hora, como es habitual en estas conferencias, el presidente de la COP29, Mukhtar Babayev (ministro de ecología y recursos naturales de Azerbaiyán y anteriormente ejecutivo de la empresa estatal de petróleo SOCAR), dio el golpe de martillo para aprobar el acuerdo de 300.000 millones de dólares en financiación climática anual para 2035. 

Babayev ni siquiera levantó la mirada para identificar posibles objeciones en la sala, probablemente para evitar el contacto visual con las naciones que buscaban intervenir, lo que añadió más tensión al momento y desagravio en quienes estaban en contra.

Un chiste (malo)

300.000 millones puede parecer mucho, y de hecho es tres veces la anterior dotación de financiamiento climático establecida en 100.000 millones. Sin embargo, no es tanto cuando pensamos que los anteriores 100.000 millones se acordaron en 2009 para ser alcanzados anualmente en 2020, y que de hecho a esa cantidad solo se llegó en 2022 y sin que ni siquiera estemos seguros de qué cantidad exacta son ayudas, y qué créditos o cuánto de esta financiación era ayuda al desarrollo ya existente que ha sido re-etiquetada como ayudar climática. 

Los 300.000 millones de dólares tampoco son tanto, y de hecho según los expertos, inflación mediante, es una cantidad menos ambiciosa para el mundo de hoy de lo que lo eran los 100.000 millones en 2009. Además que el objetivo de 300.000 millones de dólares de financiamiento al año es solo para 2035, y no está claro cuánto de esa ayuda será a fondo perdido y cuánto serán préstamos. 

De ”chiste”, han calificado algunos países en desarrollo esa cantidad, puesto que lo que pedían eran 1.3 billones de dólares para poder reducir sus emisiones y adaptarse a los impactos climáticos, que recordemos afectan a estos países de manera desproporcionada. 

En resumidas cuentas, la COP terminó “fatal”, “mal” o “con el mejor resultado posible dadas las circunstancias”, dependiendo de a quién le preguntes. “Fatal”, para los países más pobres y las organizaciones que defienden los derechos de las personas más vulnerables; “lo mejor posible dadas las circunstancias”, para los países ricos (y que tienen que pagar la cuenta); y “mal” o regular para los de en medio.

Para muchos observadores la COP no ha sido un fracaso puesto que al menos se llegó a un acuerdo, y el fracaso absoluto hubiera sido que no hubiera ni siquiera un mal acuerdo; y porque además se han aprobado acuerdos importantes, como las reglas para los mercados de carbono o un programa de apoyo para la adaptación para los países menos desarrollados. 

Para mí, que había estado en al COP29 desde el primer día hasta el (supuestamente) último, despertar el domingo ya en casa y ver el resultado y, sobre todo, ver el vídeo del plenario de cierre, fue un bajón absoluto, aunque no una sorpresa. La cumbre ha sido una decepción en muchos aspectos y, aunque las expectativas no eran muy altas, sí que creo que esta COP debería hacer saltar las alarmas de todos los que creemos que el proceso multilateral en el marco de la ONU es un pilar fundamental de la solución al cambio climático. 

El cántaro y la fuente

En español decimos “tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”, cuando queremos alertar de que lo que damos por hecho de que seguirá funcionando como hasta ahora, puede que deje de hacerlo y se rompa si no tenemos cuidado. En inglés sería algo así como “the pitcher goes to the fountain so much that in the end it breaks”; y en francés “tant va la cruche à l’eau qu’à la fin elle se casse”. Espero que se entienda.

Pues con el multilateralismo puede pasar como con el cántaro, que tanto lo llevamos a la fuente de las decepciones por los acuerdos de mínimos ante los ojos del mundo, que puede que un día se rompa. Lo que también se puede romper es la confianza que los países ponen unos en otros durante la negociación, en la presidencia de la conferencia, y en la propia Organización de las Naciones Unidas.

En el caso de las Naciones Unidas, el Secretario-General y la secretaría de ONU Cambio Climático, llevan años dándolo todo para que los países puedan hablarse en las mejores condiciones. En lo que respecta al país anfitrión, Azerbaiyán, y presidente de esta última conferencia, no podemos decir que la voluntad para el consenso haya reinado. 

Desde el momento uno de la cumbre, el presidente de Azerbaiyán, Ilman Aliyev, dio el que para mí en más de 20 años de carrera, ha sido el peor discurso, el más hostil y menos incitador de consensos que he escuchado en una cumbre climática. A eso se le añade que volvió a calificar los combustibles fósiles, que recordemos son la principal causa del cambio climático, como un “regalo de dios”. 

A ese buen ambiente desde el comienzo, hay que añadir que mientras a la sociedad civil se le impedía manifestarse o hacer ruido en los primeros días de la conferencia en la sede de la misma; ya que fuera del recinto de la COP, en este país autoritario, manifestarse libremente sin arriesgarse a acabar en prisión no es posible. Mientras que por otro lado, más de 1,700 lobistas de los combustibles fósiles participaban como cualquier otro delegado en la conferencia.

Como con el fútbol, después del partido es fácil comentar las jugadas y qué habría habido que hacer distinto para que el resultado del partido fuera otro. Las conferencias del cambio climático no son como el fútbol, para bien o para mal: lo que está en juego si fracasan, como ha sido en esta ocasión, entraña consecuencias dramáticas que se manifiestan en la pérdida de vidas humanas y no humanas.

Cambiar el proceso para que el cambio sea posible

De las 55.000 personas que hemos participado en la COP29 y de las decenas de miles que participarán en la del año que viene, no todos tenemos en nuestra mano el mismo poder para influir en el proceso, pero sí todos tenemos la responsabilidad de hacerlo mejor.

Negociadores de los gobiernos, funcionarios de organismos internacionales, ONGs, sector privado, academia o prensa, todos tenemos nuestra visión de qué no funciona y qué se podría al menos tratar de mejorar en este proceso. 

“What a chance to make a change” (Qué oportunidad para hacer un cambio) oí decir a la Ministra del Clima de Estonia Yoko Olander unos días antes, en un evento en referencia a la necesidad y la oportunidad de descarbonizar el sector de los edificios, responsable del 21% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Nosotros también tenemos la suerte de poder cambiar las cosas, no solo con cada COP, sino con nuestro trabajo diario. Para ello tenemos que reflexionar y no querer aplicar las mismas recetas del pasado con ingredientes y para gustos que no son los mismos que los de hace décadas.

En mitad de la COP, un grupo de referentes en el ámbito climático, provocaron todo un revuelo en mitad de la conferencia al llamar a una reforma del proceso. Esa reforma es necesaria para que las COP y todo el proceso multilateral al rededor sea más eficaz, transparente, justo e inclusivo, para que aunque no total, sí pueda dar una mejor respuesta al gravísimo problema global que es el cambio climático. 

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